Gaslight: la locura inducida

Cine en blanco y negro que, por desgracia, no pasa de moda. Así me gustaría presentar a Gaslightpelícula de 1944 dirigida por George Cukor, basada en la obra de teatro homónima de Patrick Hamilton, estrenada en el año 1938. Protagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, que están espectaculares, y, además, con la aparición estelar de Angela Lansbury. 
Hechas las presentaciones, tenemos que hablar un poco de la trama para entrar en materia. La película nos sitúa en la época de la Inglaterra victoriana y comienza con el asesinato de una famosa cantante de ópera. Su sobrina Paula (Ingrid Bergman), que vive con ella, acaba en Italia huyendo del suceso. Años más tarde, allí conocerá a un pianista llamado Gregory (Charles Boyer), se enamorará de él y se casarán. Cediendo a los deseos de su esposo, Paula acaba viviendo en Londres, justo en la casa en la que falleció su tía. Paula empezará a presenciar una serie de acontecimientos que la llevarán a los límites de la cordura. 

Lo que en un principio se nos presenta como un thriller psicológico va mucho más allá de cualquier película de misterio o terror al uso, y es que, en el fondo, esta película nos está hablando de maltrato. Gregory comienza a provocar una serie de situaciones para que Paula piense que está perdiendo la cordura, ¿con qué finalidad? Bueno, si queréis saberlo, tendréis que ver la película.

Lo importante de esta reseña está en el propio título, gaslight o luz de gas. Y es que es por este film que se utiliza el término ya citado para referirse a un tipo de abuso psicológico común en situaciones de violencia machista, muy difícil de detectar. Este tipo de abuso consiste en poner en duda el juicio de la víctima, presentando información falsa o incluso creando situaciones para que la propia víctima dude de su memoria o de su cordura. ¿No es fuerte que en 1938 se estuviese hablando de esto? En la película, Gregory manipula a su mujer hasta el punto de que ella misma se convence de que está loca y de que ha hecho cosas que ni siquiera han sucedido. ¿No resulta esto familiar? La anulación de la personalidad de la víctima mediante un acoso constante pero sutil y condescendiente, el aislamiento y la alienación.

Por otra parte, el título también obedece al uso de la propia luz dentro de la película, que tiene un valor narrativo de grandes dimensiones. Junto a las maravillosas actuaciones del reparto - aunque yo destacaría la de Ingrid Bergman por encima de todo, cuya luz interior podemos ver encenderse y apagarse varias veces a lo largo de la película - el uso de luces y sombras nos está contando cosas: en los momentos de duda la imagen se torna gris y borrosa, en los momentos más lúcidos la imagen se vuelve clara y, en los momentos de máxima oscuridad, ganan protagonismo las sombras. Todo está extremadamente cuidado y no es de extrañar que el director de fotografía, Joseph Ruttemberg, recibiera dos premios Oscar anteriormente por The Great Waltz (Julien Duvivier, 1938) y Mrs. Miniver (William Wyler, 1942). 
En definitiva, se trata de una película que merece la pena ver y recomiendo encarecidamente. Aborda un tema tan actual que, si pensamos que esta historia se escribió en los años 30, le da a la película un estatus de atemporalidad. Que se hable de la violencia machista de forma tan terrorífica en una película de cine clásico, casi más abiertamente de lo que se hace hoy día, es, simplemente, una locura.  

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