Pequeños incidentes, Karmelo C. Iribarren
Poesía
A veces sucede lo inesperado y es hermoso.
De esas sensaciones nace lo extraordinario de la cotidianidad: sin esperarlo, un libro nos descubre en medio de la vida y parece que llega en el momento preciso para dar socorro en plena marea negra. Una impresión así tuve cuando llegó a mi vida Pequeños incidentes, como regalo de una amiga, aunque por aquel entonces fuéramos bastante desconocidas la una para la otra. En este caso el regalo también eran las manos que entregaban.
Cuando miré el libro por primera vez y vi el nombre del autor pensé “¿quién es?”, no lo conocía de nada y mi impulso natural fue darle la vuelta para ver la sinopsis a ver si me contaban algo de él, “¿quién eres? ¿quién eres?” Y me choqué con un párrafo bajo el cual figuraba el nombre de Luis García Montero.
Lo que más confianza me inspiró y me animó a leerlo, fue que el prólogo estuviera a manos de Luis García Montero, una voz ya conocida y muy querida, así que pensé que él no iba a recomendarme ninguna basura. Animada comencé a ojear poemas aleatorios, encadenándome a una arbitrariedad continua y maravillosa que me hizo descubrir a Karmelo C. Iribarren.
Este Pequeños incidentes (2016) es una antología que recoge diez poemarios del poeta vasco, nacido en San Sebastián en 1959. Los poemarios que conforman el libros son: “La condición urbana” (1995), “Serie B” (1998), “Desde el fondo de la barra” (1999), “Ola de frío” (2007), “Atravesando la noche” (2009), “Otra ciudad, otra vida” (2011), “Las luces interiores” (2013), “La piel de la vida” (2013) y “Haciendo planes” (2016). En definitiva, un libro muy completo si quieres sumergirte en la poesía de Karmelo C. Iribarren.
En cuanto lees unos cuantos poemas ya te vas dando cuenta de su lenguaje natural y nada pretencioso, no se resiste a ser descubierto; desentrañar las trampas de su forma simplemente se muestra sencillo y espontáneo como reflejo de una realidad que se toma con una naturalidad y calma del que ha aprendido que a veces la vida es injusta.
Este lenguaje sosegado y melancólico que nos transporta por las calles nubladas de San Sebastián, nos presenta a un hombre solo de abrigo oscuro, que, en realidad, podría ser cualquiera de nosotros; asiste al espectáculo de la vida cotidiana, reconociéndose en la mirada de los transeúntes y en los charcos de las calles mojadas, todo huele un poco a desilusión, pero ahí sigue.
Lejos de una poesía que idealiza la realidad, que pretende mirar hacia otros lados huyendo del dolor y la tristeza también provocada por ciertos recuerdos, Karmelo C. Iribarren nos dice que la vida no es siempre como uno quiere, que muchas veces hay que luchar con una realidad que no nos gusta, que hay amores que se van y no vuelven, que la vida es incierta, sí, que no hay nada seguro, pero queda el consuelo, nos dice, de tomarse una cerveza bien fría en alguna terraza o ver que los los árboles siguen haciendo lo que tienen que hacer cada estación y quizás algún amor nos sorprende entre estas cosas con las que vamos forjando una felicidad sosegada que nos hace entender que en realidad no se necesita mucho.
«Los lectores oímos un murmullo de dignidad secreta. Nos imaginamos a Karmelo C. Iribarren como un paseante que recorre las calles de la ciudad con la compañía de un paraguas y de sus recuerdos. Camina, mira, se detiene, descubre escenas o personajes, se identifica con ellos, esboza una sonrisa cómplice, reconoce el rostro de mucha gente en el espejo de su soledad, sigue camino y funda una poética. Su poética.» (LUIS GARCÍA MONTERO)
Sus preocupaciones oscilan entre el amor perdido, los que puede encontrar, quién sabe, y la propia soledad, no como cárcel sino como refugio; el pasado y un futuro que le da miedo.
ESO ERA AMOR
Te veía
llegar,
cruzar la puerta,
darme un besazo en el morro,
mirarme a los ojos
de esa manera única,
como sólo tú miras
a los ojos: rompiendo
el calendario.
Te veía
hacer esas cosas sencillas
que tú haces
para que el mundo
entre en razón;
y no sabía
a quien
darle las gracias
PENSABA QUE ESTA VEZ NO
Amago apenas
de impreciso recuerdo,
intuición cuyos límites desdibujan los días,
Tú,
que ocupabas el mundo,
ya sólo eres aquella, indiscernible.
Ha sido una sorpresa, no diré que feliz.
Pensaba que esta vez
no iba a poder la vida
MEJOR ASÍ
Por supuesto
que hay un montón de cosas
que no te he dicho todavía.
Qué esperabas.
Si te lo dijese todo de golpe
en un ataque freudiano de sinceridad,
no sólo no me creerías nada
sino que además empezarías a mirarme
como a un tipo
seriamente peligroso.
Mejor así. Mejor
que sigas pensando
que tengo mucha vida interior
y que te aguardan
momentos irrepetibles.
El paisaje urbano le sirve de excusa al poeta para dar rienda suelta a sus pensamientos, sobre los demás y sobre él mismo que se ve reflejado en los cristales de los bares y en las calles que camina incansablemente y a veces llueve.
LAS CIUDADES
Me gustan las ciudades, sus plazas,
Sus calles, sus esquinas,
Sentarme en la terraza de un bar
Con un café delante
Y dejar que pase el tiempo,
Sin hacer nada, sin prisa,
Observando esto y aquello,
Y luego ir a alguna librería revolver
Un poco en los estantes,
Y si hay río cruzar el puente
Y repetir la misma operación al otro lado.
Me gusta estar solo entre la gente,
No ser nadie, no tener que ir a ningún sitio
Pero poder ir a todos.
Me gusta la primera vez que me asomo
Al espejo del baño de un hotel,
Ese momento de suspense
Recién llegado, cuando
No sabes is va a aparecer tu rostro
O el del último huésped, atrapado aún
En la memoria del azogue.
Me gustan los parques y lo ríos
urbanos, pasear por ellos, a su lado,
Especialmente en otoño.
Me gusta andar las ciudades, sí: andar,
mirar, vivir, enamorarme
De esa mujer del vestido rojo…
PALABRAS PARA UN MENDIGO DESCONOCIDO
He pasado esta mañana
por el subterráneo
a la hora de siempre,
pero no estabas.
En tu lugar, donde vivías
y bebías desde hacía unos meses,
sobre un pequeño pedazo d
e cartón, junto a una triste vela
exánime, podían leerse
estas palabras: «la muerte
de cada ser humano
debería importarle a alguien».
Sólo son eso, palabras, lo sé,
y además llegan tarde.
Pero he pensado
que las querrías conservar.
LOS ESPEJOS
No los domésticos,
estratégicamente dispuestos
para que te digan siempre
lo que quieres oír,
sino los otros,
los que no tienen dueño,
los de los bares,
los de los comercios,
los de los vestíbulos de hotel,
esos son los que te dicen la verdad:
que no eres nada, nadie,
en realidad,
sólo uno más
que pasaba por allí.
Al final todos sus pensamientos e incertidumbres acaban por desembocar, inevitablemente, en el poema. Me parece muy interesante la propia reflexión del poeta sobre el poema y el acto creativo a través de la poesía, que acogemos como una función vital más y a la que sucumbimos, guiados por lo más sincero de lo que en realidad somos, la piel de lo intangible recubre esas palabras, buscando "algo sólo para sentir".
LA POESÍA Y TÚ
Aún te visita a veces, como le gusta
Hacerlo siempre: por sorpresa.
Sabes que es ella
Por el ritmo especial con que se mueve,
Ese ritmo que hace
Que aunque no diga nada de interés
Lo diga de una forma bastante interesante.
La coges de ese verso
Con el que acaba de llamar en tu cabeza
Y te la llevas a un lugar tranquilo.
Tú pones experiencia -a falta de otras cosas-
Y ella aún finge remilgos.
Pero…a qué engañarse, ya nada es lo que era
Entre vosotros: falta pasión,
Muy rara vez el resultado os deja satisfecho.
Se va sin despedirse, sin promesas.
Le dices que hasta siempre y que no vuelva
(y un minuto después -si será golfa-
Te mueres por sus versos).
EL ARTE Y YO
Mi malas relaciones
con el arte
vienen de lejos,
se remontan
a aquella primera vez
que escribí algo parecido
a una poesía
(así lo llamó mi madre).
Lo recuerdo, era
como un insecto
clavado en un papel
Pero todavía vivo,
luchando por sobrevivir.
Nada para recrear la vista.
Algo sólo para sentir.
COMO EN LA VIDA
Todo puede suceder
en un poema:
lo cotidiano, sí
pero también lo deslumbrante,
e incluso
ambas cosas
a la vez
— como en este, ahora
que empiezas a desnudarte…
Espero que te haya parecido interesante y que, si no le conocías, la vida te haya regalado también a ti este pequeño incidente.
Gracias, Inma.
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